19 jun 2015

Balneario de Pozo Amargo




















En 1914, se inauró el Balneario de Pozo Amargo.
El arranque del balneario se sitúa en 1792 cuando un religioso solicita al Ayuntamiento “permiso y licencia para conseguir unos baños útiles al Reyno; la habitación y comodidad de los enfermos y el culto…” La solicitud es atendida pero la construcción del balneario se va alargando en el tiempo hasta 1914.
Tomó mucha fama en muy poco tiempo por las buenas propiedades de sus aguas. El manantial que tenía un caudal de 135 litros por minuto, da su nombre a la aldea y al balneario “Pozo Amargo”, de aguas sulfurado cálcicas que brotan a 17,50 grados centígrados. Es diáfana, de olor sulfhídrico marcado y sabor salado y amargo.
Estaba compuesto por dos amplias galerías de baños calientes y templados, sala de hidroterapia con inhalaciones, pulverizaciones y duchas, provista de los más adelantados aparatos de la ciencia de la época, y piscinas generales.
La primera parte del S. XX es la época de esplendor del balneario, con campaña veraniega de 4 meses, y centenares de visitantes. Se construyó una pequeña aldea, que creció pronto, haciendo una especie de herradura con una gran plaza en el centro donde se construyó la escuela, rodeada de las tres aceras de casas, que conforman la aldea, y los servicios se amplían: capilla, salas de bailes, fonda, biblioteca, escuela, enfermería, casas de alquiler…, lo que hace pensar en una clase social alta, ratificada por la relación de pacientes que se conserva. La mayoría de las casas se alquilaban a los bañistas, y existía una “fonda”, un hotelito con bastantes servicios para la época. La Capilla que depende de la Parroquia de Puerto Serrano, venera la Imagen de Nuestra Señora de la Asunción.
 Diversos motivos (mala gestión, subida de precio, retirada de clientes, conflictos familiares…) llevan al cierre en 1930 y al abandono total en 1936 con el comienzo de la Guerra Civil.
Actualmente se usa para abastecer una piscina privada de grandes dimensiones.
Las propiedades curativas que nos señalan durante siglos varios autores, y especialmente un informe de las aguas minerales de España, publicado en 1.921, son entre otras, eczema, estomatitis, faringitis, laringitis, linfatismo, escofrulismo, blefaritis, conjuntivitis, sifilis, reumatismo articular, muscular y fibroso de herpéticos y linfáticos, dispepsias, catarros, alteraciones genitales, urinarias y menstruales, cervicoartosis, histerismo, impetigo, ectima, sarna y demás dermatosis parasitarias, coriza crónico, etc.

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