PUERTO SERRANO, PIDE QUE LA GUARDIA CIVIL SE INSTALE EN EL PUEBLO.
En los años de 1.867 y 1.868 una gran sequía asolaba la comarca, los
obreros pasaban hambre y pedían auxilio todos los días al Ayuntamiento,
prácticamente se puede afirmar que estaban en pie de guerra. El
Ayuntamiento pidió ante los problemas que podían presentarse al
Gobernador Civil que se aprobara el establecimiento de la Guardia Civil
en el pueblo, “para la persecución de malhechores y reprimir toda clase
de desordenes que ocurrir pudiera, … con cuya fuerza se robustecería la
moral de la autoridad local”.
PRIMEROS TRABAJOS COMUNITARIOS POR EL PARO OBRERO EN PUERTO SERRANO.
El Alcalde fue a Cádiz y consiguió 500 Ducados para trabajos
comunitarios, reparándose la acequia de la calle cantarranas, carril de
la fuente y de detrás de la Iglesia, siendo esta la primera ocasión que
se dieron estos trabajos en el pueblo, arreglando los caminos de detrás
de la Iglesia y el de la Fuente del Cura (De la que el pueblo tiene
derecho de propiedad), y la acequia, pero se gasto el dinero y la sequía
continuaba.
LA GLORIOSA
A continuación se produjo La Revolución de 1868 o La Gloriosa.
La situación económica había ido deteriorándose a partir de 1854. Se superpusieron la crisis de la industria textil, la de la construcción ferroviaria, el hundimiento a partir de 1864 de la Bolsas, con la consiguiente quiebra de sociedades, la bancarrota efectiva de la hacienda pública, que no pudo por tanto responder a la situación creada; y una crisis de subsistencia derivada del paro industrial y de las dos pésimas cosechas de 1866 y 1867. Esta situación ocasionó una crisis social con el descontento generalizado de la población trabajadora, sumida en el paro, el hambre y la exasperación ante la represión con que el gobierno respondía a sus protestas. En 1868 casi nadie defendía la causa Isabelina. La Reina se había ido apoyando alternativamente en los generales O'Donnell y Narváez, cuya única política consistía en el mantenimiento a ultranza del orden y del sistema oligárquico a base de reprimir violentamente cualquier intento de protesta u opinión crítica.
A los progresistas, encabezados por Prim, se unían ahora los demócratas, mucho más organizados y cada vez más fuertes, y los republicanos, que veían en el advenimiento de una República el cambio decisivo hacia la democratización del país. Los dirigentes obreros, situados dentro del partido demócrata, también veían en la revolución la posibilidad de sacar adelante las reivindicaciones populares. Acabaron por sumarse los unionistas en 1868, convencidos al fin de la inviabilidad del régimen.
Las diferentes fuerzas sociales también confluyeron en 1868 hacia la revolución. El paro, la carestía y la miseria, se mezclaron con la indignación creciente ante la corrupción generalizada de los gober¬nantes. El programa revolucionario incluía las principales reivindicaciones populares como el sufragio universal, la supresión de las quintas y la abolición de los consumos y su sustitución por una contribución directa.
Se produjo el pronunciamiento militar encabezado por los generales Serrano, Prim, Ros de Olano y Topete (El almirante Topete fue el encargado de lanzar la revolución mediante la sublevación de la escuadra en Cádiz).
El 18 de septiembre se sublevaba Topete al frente de la escuadra. Al día siguiente tras la llegada de Serrano y los generales unionistas desde Canarias Topete leyó un manifiesto redactado por el escritor unionista Adelardo López de Ayala, (y firmaron el Duque de la Torre, Juan Prim, Domingo Dulce, Ramón Nouvilas, Rafael Primo de Rivera, Antonio Caballero y Fernandez de Rodas y Juan Bautista Topete, que estaba llamado a ser uno de los emblemas básicos de la España liberal y democrática) en el que se justificaba el pronunciamiento y que acababa con un grito ¡Viva España con honra!
“Españoles: la ciudad de Cádiz puesta en armas con toda su provincia (...) niega su obediencia al gobierno que reside en Madrid, segura de que es leal intérprete de los ciudadanos (...) y resuelta a no deponer las armas hasta que la Nación recobre su soberanía, manifieste su voluntad y se cumpla. (...) Hollada la ley fundamental (...), corrompido el sufragio por la amenaza y el soborno, (...) muerto el Municipio; pasto la Administración y la Hacienda de la inmoralidad; tiranizada la enseñanza; muda la prensa (...). Tal es la España de hoy. Españoles, ¿quién la aborrece tanto que no se atreva a exclamar: «Así ha de ser siempre»? (...) Queremos que una legalidad común por todos creada tenga implícito y constante el respeto de todos. (...) Queremos que un Gobierno provisional que represente todas las fuerzas vivas del país asegure el orden, en tanto que el sufragio universal echa los cimientos de nuestra regeneración social y política. ... con los amantes del orden, si quieren ver lo establecido sobre las firmísimas bases de la moralidad y del derecho; con los ardientes partidarios de las libertades individuales, cuyas aspiraciones pondremos bajo el amparo de la ley; ... con el pueblo todo y con la aprobación, en fin, de la Europa entera, pues no es posible que en el consejo de las naciones se haya decretado ni decrete que España ha de vivir envilecida. (...) Españoles: acudid todos a las armas, único medio de economizar la efusión de sangre (...), no con el impulso del encono, siempre funesto, no con la furia de la ira, sino con la solemne y poderosa serenidad con que la justicia empuña su espada. ¡Viva España con honra! “
En Puerto Serrano, que habían defendido la Monarquía de Isabel II, viendo como se había deteriorado la situación, mayoritariamente se unieron a la Gloriosa. Se fue todo el pueblo a la puerta del Ayuntamiento, gritando ¡¡ Viva la Revolución, mueran los Borbones !!, y cantaron el himno de riego.
Se nombra una Junta revolucionaria local y destituyen al Alcalde Don Pedro Navarro y nombran a D. José Barea Gómez que era el Jefe de la Junta local, el cual publicó un bando con órdenes para ser cumplidas por el pueblo y que contenían todas las reivindicaciones de la Gloriosa y para mantener el orden público y las nuevas libertades.
El 28 de septiembre tuvo lugar la batalla de Alcolea, en la que la victoria fue para las fuerzas de la Gloriosa al mando del General Serrano. Al día siguiente el levantamiento triunfaba en Madrid y el día 30 la Reina Isabel II abandonaba España desde San Sebastián terminando toda resistencia de las fuerzas leales a la reina y el 8 de octubre se formaba un Gobierno presidido por el general Serrano, y del que formaban parte el general Prim y el almirante Topete. Se había puesto fin al nefasto reinado de Isabel II.
La situación económica había ido deteriorándose a partir de 1854. Se superpusieron la crisis de la industria textil, la de la construcción ferroviaria, el hundimiento a partir de 1864 de la Bolsas, con la consiguiente quiebra de sociedades, la bancarrota efectiva de la hacienda pública, que no pudo por tanto responder a la situación creada; y una crisis de subsistencia derivada del paro industrial y de las dos pésimas cosechas de 1866 y 1867. Esta situación ocasionó una crisis social con el descontento generalizado de la población trabajadora, sumida en el paro, el hambre y la exasperación ante la represión con que el gobierno respondía a sus protestas. En 1868 casi nadie defendía la causa Isabelina. La Reina se había ido apoyando alternativamente en los generales O'Donnell y Narváez, cuya única política consistía en el mantenimiento a ultranza del orden y del sistema oligárquico a base de reprimir violentamente cualquier intento de protesta u opinión crítica.
A los progresistas, encabezados por Prim, se unían ahora los demócratas, mucho más organizados y cada vez más fuertes, y los republicanos, que veían en el advenimiento de una República el cambio decisivo hacia la democratización del país. Los dirigentes obreros, situados dentro del partido demócrata, también veían en la revolución la posibilidad de sacar adelante las reivindicaciones populares. Acabaron por sumarse los unionistas en 1868, convencidos al fin de la inviabilidad del régimen.
Las diferentes fuerzas sociales también confluyeron en 1868 hacia la revolución. El paro, la carestía y la miseria, se mezclaron con la indignación creciente ante la corrupción generalizada de los gober¬nantes. El programa revolucionario incluía las principales reivindicaciones populares como el sufragio universal, la supresión de las quintas y la abolición de los consumos y su sustitución por una contribución directa.
Se produjo el pronunciamiento militar encabezado por los generales Serrano, Prim, Ros de Olano y Topete (El almirante Topete fue el encargado de lanzar la revolución mediante la sublevación de la escuadra en Cádiz).
El 18 de septiembre se sublevaba Topete al frente de la escuadra. Al día siguiente tras la llegada de Serrano y los generales unionistas desde Canarias Topete leyó un manifiesto redactado por el escritor unionista Adelardo López de Ayala, (y firmaron el Duque de la Torre, Juan Prim, Domingo Dulce, Ramón Nouvilas, Rafael Primo de Rivera, Antonio Caballero y Fernandez de Rodas y Juan Bautista Topete, que estaba llamado a ser uno de los emblemas básicos de la España liberal y democrática) en el que se justificaba el pronunciamiento y que acababa con un grito ¡Viva España con honra!
“Españoles: la ciudad de Cádiz puesta en armas con toda su provincia (...) niega su obediencia al gobierno que reside en Madrid, segura de que es leal intérprete de los ciudadanos (...) y resuelta a no deponer las armas hasta que la Nación recobre su soberanía, manifieste su voluntad y se cumpla. (...) Hollada la ley fundamental (...), corrompido el sufragio por la amenaza y el soborno, (...) muerto el Municipio; pasto la Administración y la Hacienda de la inmoralidad; tiranizada la enseñanza; muda la prensa (...). Tal es la España de hoy. Españoles, ¿quién la aborrece tanto que no se atreva a exclamar: «Así ha de ser siempre»? (...) Queremos que una legalidad común por todos creada tenga implícito y constante el respeto de todos. (...) Queremos que un Gobierno provisional que represente todas las fuerzas vivas del país asegure el orden, en tanto que el sufragio universal echa los cimientos de nuestra regeneración social y política. ... con los amantes del orden, si quieren ver lo establecido sobre las firmísimas bases de la moralidad y del derecho; con los ardientes partidarios de las libertades individuales, cuyas aspiraciones pondremos bajo el amparo de la ley; ... con el pueblo todo y con la aprobación, en fin, de la Europa entera, pues no es posible que en el consejo de las naciones se haya decretado ni decrete que España ha de vivir envilecida. (...) Españoles: acudid todos a las armas, único medio de economizar la efusión de sangre (...), no con el impulso del encono, siempre funesto, no con la furia de la ira, sino con la solemne y poderosa serenidad con que la justicia empuña su espada. ¡Viva España con honra! “
En Puerto Serrano, que habían defendido la Monarquía de Isabel II, viendo como se había deteriorado la situación, mayoritariamente se unieron a la Gloriosa. Se fue todo el pueblo a la puerta del Ayuntamiento, gritando ¡¡ Viva la Revolución, mueran los Borbones !!, y cantaron el himno de riego.
Se nombra una Junta revolucionaria local y destituyen al Alcalde Don Pedro Navarro y nombran a D. José Barea Gómez que era el Jefe de la Junta local, el cual publicó un bando con órdenes para ser cumplidas por el pueblo y que contenían todas las reivindicaciones de la Gloriosa y para mantener el orden público y las nuevas libertades.
El 28 de septiembre tuvo lugar la batalla de Alcolea, en la que la victoria fue para las fuerzas de la Gloriosa al mando del General Serrano. Al día siguiente el levantamiento triunfaba en Madrid y el día 30 la Reina Isabel II abandonaba España desde San Sebastián terminando toda resistencia de las fuerzas leales a la reina y el 8 de octubre se formaba un Gobierno presidido por el general Serrano, y del que formaban parte el general Prim y el almirante Topete. Se había puesto fin al nefasto reinado de Isabel II.
Por Manuel García Gil (Crónicas para la Historia De Puerto Serrano)
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