La primera portada efímera data de 1949. Antes había
otra permanente que hizo estas funciones sin pretenderlo. A partir de
esta costumbre se han producido numerosas anécdotas
Mucha gente piensa que la Feria es una tradición parada en el tiempo de Sevilla. Pero no es así. Como casi todas las grandes costumbres de esta ciudad, la Feria también ha sufrido una gran evolución. La primera de ellas es la portada. De hecho, cuando Ybarra y Bonaplata la
fundaron en 1947 no había ninguna estructura que indicara la entrada.
Aquella feria del ganado con tenderetes y despachos de vino se mantuvo
así, sin portada, hasta 1896, el año en que el ingeniero Dionisio Pérez Tobía construyó una pasarela peatonal para comunicar la calle San Fernando con el erial del Prado de San Sebastián. Aquella estructura metálica se inauguró el 18 de abril de aquel año, justo para la Feria. E inmediatamente los sevillanos se la tomaron como una puerta de acceso al real. La adornaron con 798 luces de gas y un arco voltaico y fundaron una costumbre que hasta entonces no existía en torno a aquellos hierros que pesaban 81.297 kilos. Eran tiempos de constantes cambios en el real. De los 15 puestos de buñuelos, 34 de turrones y 93 para tabernas que
recibieron licencia municipal en 1850 se pasó en apenas tres décadas a
un amplísimo recinto con decoraciones de todo tipo. Los farolillos de papel, por ejemplo, se habían puesto en 1877 con motivo de la visita de la reina Isabel II. Pero los exornos aún no estaban decididos. Hasta que los hermanos Álvarez Quintero dieron a su caseta «Los Perros» aspecto de cortijo y después el pintor Gustavo Bacarissas unificó
la estética de las pañoletas de las casetas en 1919, en la Feria se
habían alternado globos de cristal, exornos orientales... Y la Pasarela
como portada popular. Pero en 1920 la estructura fue demolida y sus hierros se vendieron a dos reales el kilo como chatarra. Se los quedó íntegramente un industrial de Almería que los fundió para otras estructuras.
A partir de ahí las autoridades, por exigencia popular, tuvieron que empezar a construir una pequeña entrada al Prado durante los días feriales de abril, aunque durante 30 años se hizo de manera improvisada. Sin embargo, en 1949 el Ayuntamiento fijó en sus ordenanzas la obligación de edificar «una gran entrada»
al recinto, una situación que había provocado el gran éxito de la
portada del año 1948, de dimensiones monumentales y simulando un faro
gigante que se llamó «Torre de los Toreros»,
ya que tenía en su remate cabezas de toros y capotes de paseo. Desde
entonces se mantiene la tradición de dedicar cada año la portada a un
monumento de la ciudad, una idea que han copiado el resto de ferias del mundo y
que surgió por la casualidad de la existencia de una pasarela peatonal
en el primer real del Prado. Y tan llamativa suele ser la portada que ha
generado anécdotas impagables, como la protagonizada por la concejal de
Fiestas de Villanueva de la Serena, en Extremadura, que el año pasado pidió oficialmente al Ayuntamiento que le cedieran la estructura con sus bombillas para montarla en su pueblo.
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