26 abr 2019

Papel de la familia Sirés en la construcción de la Hacienda El Rosalejo

He de reconocer que una de las agradables sorpresas que me ha deparado la investigación sobre la familia Sirés, los constructores del molino homónimo de Puerto Serrano, es el papel decisivo que Joaquín Sirés, padre de Ramón, tuvo en la reconstrucción del cortijo-palacio de el Rosalejo, en Villamartín, propiedad de los Marqueses de las Amarillas y posteriores Duques de Ahumada.
La Hacienda El Rosalejo se formó a partir de la unión de diversas fincas a una que poseía María del Rosario de Ahumada, en el pago de Pajarete.
María del Rosario, contrajo matrimonio con su tío, Agustín de Ahumada y Villalón, pasando el título de Marqués de las Amarillas, que poseía el padre de María del Rosario, a su esposo y tío Agustín.
En 1755 Agustín de Ahumada fue nombrado Virrey de Nueva España, que correspondería con los actuales México, gran parte de Estados Unidos y toda América Central. Durante su mandato debió hacer frente a la revuelta de los comanches en Texas y celebró el nombramiento de la Virgen de Guadalupe como Patrona de Nueva España.
Con los fondos que obtuvo como Virrey fue adquiriendo las fincas colindantes a la que poseía su mujer, pagadas con una gran suma de dinero, pues todas ellas poseían caseríos que se dejaron abandonar, dejando sólo una gran extensión de olivar.
Se decidió entonces la construcción de una gran casa, con todas las dependencias necesarias, encargándole esta tarea a Francisco de Bruna y Ahumada, primo del marqués, Oidor de la Real Audiencia de Sevilla y Teniente de Alcaide de los Reales Alcázares.
Pedro Agustín Girón, nieto de los constructores, criticaría esta decisión, pues en su opinión, Bruna “entendía más de letras que de cosas del campo”. De esta forma eligió para su construcción el paraje más elevado, pero no el más a propósito, erigiendo un suntuoso palacio al que se le unía unas sólidas oficinas, destinadas a la administración del cortijo.
Se construyeron tres vigas de prensado de aceituna, dos piedras, un lagar, un gran almacén de aceite, una hermosa bodega y todo lo necesario.
En lo que se refiere a las habitaciones no estuvo muy acertado. Había una habitación cómoda al sur, a la que seguía una sala de cerca de cuarenta varas (unos treinta metros), “inútil para todo”, en palabras de Pedro Agustín Girón. A esta enorme sala iban a salir varios cuartos y la tribuna de una hermosa capilla pública que se había construido abajo. Las oficinas altas de la vivienda también eran suntuosas, pero en palabras del I Duque de Ahumada la construcción era poco práctica debido a su gran lujo y a las dificultades del campo andaluz, no apto para recreo.
Los hijos de su constructor, Jerónimo Morejón Girón y Moctezuma (que posteriormente sería Virrey de Navarra y lucharía en América en la batalla de Pensacola, ayudando en la independencia de los Estados unidos), pasarían algunas cortas temporadas junto a su esposa, Isabel de las Casas y Aragorri. Cuando Jerónimo Girón fue nombrado Virrey de Navarra, en 1804, trasladó a Rosalejo todos los muebles que poseía en su casa de Sevilla, quedando de tal forma y habitando en ella Pedro Agustín Girón y su hijo Francisco Javier (el fundador de la Guardia Civil), durante sus estancias en Villamartín.
En esa época el olivar y viñedo adyacente se encontraban en perfecto estado. El administrador, Manuel Taboada, no mostraba demasiado celo en sus quehaceres, pero la finca iba para adelante.
Así estaba cuando se produjo la ocupación francesa de Villamartín. Rosalejo se convirtió en refugio de los guerrilleros de la serranía, que según Pedro Agustín Girón bajaban más bien a robar que a hostilizar a los franceses.
De esta forma, estando acantonado en Villamartín el quinto Regimiento de Cazadores a Caballo, al mando del coronel Bonnemains, se produjo en la madrugada del 24 de enero de 1811 el asalto a la hacienda de Rosalejo, en el que perecieron calcinados setenta guerrilleros y los trabajadores de la hacienda, a excepción del capataz, que no se encontraba en ella.
A consecuencia del incendio la casa fue totalmente destruida. Según Pedro Agustín Girón, “todo lo que podía arder en la casa fue consumido; las piedras se calcinaron y abrieron; los techos se cayeron, y en una palabra, aquel magnífico edificio dejó de existir en pocas horas, viniendo a reducirse en un motón de escombros”.
Taboada, el administrador, que vivía en la casa que el Duque poseía en el actual número 3 de la calle San Francisco, no emprendió en ningún momento la reconstrucción del edificio y ni se atrevió a ir más por la Hacienda. Esto provocó que los herrajes y lo poco aprovechable que quedó y que no se había consumido por el fuego fueran robados por los habitantes de los campos cercanos.
La cosecha de aceituna de 1812 fue bastante buena, pero no pudo recolectarse debido a la destrucción ocasionada por la ocupación francesa y lo costoso de trasladar el fruto hasta otros molinos que estuvieran en funcionamiento.
Tras varios arriendos fallidos de la hacienda a vecinos de Bornos y Grazalema, que no cumplieron con los pagos, lo que ocasionó diversos pleitos, llegó el año de 1823, en que el I Duque de Ahumada, Pedro Agustín Girón, conoció a Joaquín Sirés.
Este dato lo desconocía en mi anterior conferencia impartida en Villamartín, y es cómo llegaron los Sirés a nuestra comarca.
El caso es que El I Duque de Ahumada tuvo un enfrentamiento judicial con el Conde de San Remi por unas posesiones en Vejer. Por recomendación de su administrador en Ronda, Diego Pinzón, encargó una visita a Joaquín Sirés, inquilino de la casa que el Duque tenía en San Roque.
Joaquín Sirés, natural de Tamarite de Litera (Huesca) era Sargento retirado del Regimiento de Infantería Ligera de Barbastro en San Roque, y que era escribiente muy apreciado por el coronel Calafell, quien fue padrino de Ramón Sirés, el constructor de nuestro molino de Puerto Serrano. Aunque el Duque no lo sabía entonces, habían coincidido años antes, en 1801, durante la ocupación de Crato en el transcurso de la guerra de las Naranjas. Joaquín contrajo matrimonio en San Roque con María Moya, hija de un cabo de los Escopeteros de Getares, natural de Castilblanco, y poseían la huerta del Padre Lobo y la casa número 81 de la Calle Málaga.
Esta formación militar y administrativa hizo que resolviese a la perfección el asunto de Vejer, de forma efectiva, callada y discreta. Joaquín se ofreció al Duque para llevarle los asuntos de su casa e inmediatamente el Duque vio las puertas abiertas para sustituir a Taboada en Villamartín.
Joaquín se trasladó con su hijo Ramón, que entonces estaba destinado a la carrera eclesiástica, a Villamartín. Se incluyeron el sueldo y la habitación en una casa que el Duque tenía en la Calle el Santo, aunque posteriormente se trasladó al número 2 de la calle Dueñas, actual Salineras.
En un principio, Joaquín trabajó como coadjutor de Taboada, que había sido regidor de Villamartín en 1820 y fue destituido cuando se cambión el Ayuntamiento tras el triunfo del pronunciamiento de Riego, que por cierto pilló a Pedro Agustín Girón, su hijo Francisco Javier y su esposa en Villamartín, de donde tuvieron que salir huyendo y fueron protegidos por un capitán húngaro, N. Balaza, desertor del ejército napoleónico y enrolado en el Regimiento Expedicionario de Sevilla que debería de haber partido hacia América para combatir la revuelta de las colonias.
Tras solicitar un préstamo de diez mil duros, al seis por ciento anual, y bajo la supervisión de Joaquín Sirés, se procedió a la reconstrucción total de Rosalejo, así como a la puesta en explotación de la parcela. La obra, que duró un par de años, fue a muy buen ritmo, siendo supervisada una vez al año con entera satisfacción por el Duque. Igualmente se ocupó Joaquín Sirés de poner en valor el cortijo de Los Huertos, también propiedad del Duque, y situado en el cruce entre Villamartín y Puerto Serrano. Entre las novedades se plantaron algarrobos para la comida del ganado, se introdujeron nuevos cultivos como el nabo gallego, con mal resultado, o la patata, que había intentado introducir el Marqués de las Amarillas en Villamartín con un total fracaso pues los vecinos no consintieron cogerlas ni para echársela a los cerdos.
También fue obra de Joaquín Sirés el tema de la toma de la Mataparda a censo enfitéutico para el Duque, donde se asienta la actual Cooperativa del Campo de Villamartín, en 1835, y que ocasionó una gran revuelta en el pueblo, pues constituía una dehesa boyal cedida a Villamartín en 1780 para que pudieran pastar los ganados comunales. El objetivo de esta operación era unir las haciendas de Rosalejo y la Dehesilla.
Hasta aquí un extracto de la investigación que estoy realizando sobre el Molino de Sirés, en Puerto Serrano, y que podréis escuchar en la próxima exposición que realizaré en Puerto Serrano, que al igual que la de Villamartín se centrará en la familia Sirés, pero ampliada con las nuevas averiguaciones. Como podréis ver los que acudisteis a la conferencia de Villamartín, la cosa ha adelantado. Además, esta investigación histórica, que se recogerá en la publicación que estoy realizando sobre Puerto Serrano y el Molino de Sirés, tiene como objetivo dar a conocer la importancia de este edificio y la necesidad de su salvaguarda para el pueblo de Puerto Serrano.






Por Juan Jesús portillo Ramos (historiador local)

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